Éstas son las imágenes, sensaciones, pensamientos y recuerdos, que me llevan a estos cuatro géneros musicales que suelo escuchar.
Jazz:
Habitación en penumbras en algún hotel barato con ventana a la calle. Mesa con dos vasos de whisky por la mitad. Formas juguetonas y coloridas, que a veces son alegres y otras tristes pero no depresivas. Un vago recuerdo de una calle bajo una tenue llovizna en algún barrio negro de Nueva York, vista en alguna vieja película, en una noche profunda y mientras en los sótanos los negros disfrutaban de su creación.
Clásica:
Un viejo tocadiscos sonando en alguna casa antigua perdida en el tiempo. Ganas de conocer venecia y que los pájaros canten como los violines de Vivaldi. Armonía absoluto en mí, con algunos arrebatos de pasión irrefrenable. Estilo, elegancia, clase, perfección y demás palabras
atractivas.
Rock:
Ser joven eternamente. Intento de hacer algo acompañado de una catarsis personal. Algún antro en San Telmo donde la guardia joven lleva acabo su ritual. Saltar como forma de protesta infantil contra una realidad que no se acepta. Estado de liberación frenético, alcohol, drogas y demás ritos urbanos.
Tango:
Calles de adoquines de palermo viejo, farolitos, guapos de antaño y milongas con germen de melancolía. Las cuatro estaciones de Piazzolla y el zorzal de abasto que no para de cantar en nuestra memoria auditiva.
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