Tuesday, January 29, 2008

Religión, amor y muerte

No entiendo porque hay gente que se ofende cuando uno dice que es ateo, parece como si creyeran que a uno no le importa nada, cosa totalmente equivocada. ¿Por que, para ser presidente hay que ser católico? ¿Y las otras religiones no existen? ¿Por que hay que jurar por lo santos evangelios o por la patria cuando uno se recibe de algo? Cosas que no cierran, miserias del pensamiento de un país mediocre. ¿Por que la mayoría de la gente, si no cree en el díos de la religión, se inventa algún otro? ¿ No pueden estar tranquilos con ellos mismos? Una vez un amigo me llego a decir medio chiste medio en serio, que era medio pelotudo, porque le dije que no creía en los milagros ( díos), me pareció injusto y autoritario . ¿Si es una cuestión de creencia, porque yo que no creo, tengo que estar obligado a creer? ¿ Donde está la tolerancia de la que tanto habla la religión? Los que creen, por lo que puedo llegar a entender, piensan que las cosas no las pueden lograr completamente por sí solos, les gusta pensar que algo superior y divino rige nuestros destinos, todo una poética mística. Me da le sensación, y puede que equivoque, que hay una cierta tendencia a desvalorizar su papel en determinado logro personal. ¿No es mejor agradecer al otro de carne hueso que nos ayuda( padres, amigos, novios, esposas), que ha ese ser abstracto que no dice una palabra? ¿No es saludable dar amor a las personas que podemos tocar?




Noto algo hipócrita en la sociedad, por ejemplo que tantas parejas se casen por iglesia, sin ni siquiera ser fervientes creyentes, sólo para seguir un mandato(familiar), no estoy de acuerdo, creo que uno tiene que tener un postura y defenderla a muerte, cuando está convencido de ella. Algunos alegan que les gustan las ceremonias, por eso lo hacen, es un gusto personal, yo prefiero gastar ese dinero para invitar a cenar a mis amigos, que dárselo a vaya uno saber quien y para que fines. También en el lenguaje cotidiano nos quedan algunas reminiscencias de un pasado religioso, el famoso “ díos santo” que traducido en clave post moderna sería “ la puta madre”, que se nos ha pegado a más de uno. A pesar de que aún queda cierto conservadurismo, es evidente que estamos cambiando, en algunas cosas para bien, y en otras no tanto, estamos caminando y podemos cometer errores, no somos perfectos.



No hará mucho me di cuenta de algo: el miedo que le tenemos a la muerte, es tan atroz, que nos hace creer que tiene que haber un más allá donde la vida será mejor, yo ya me desembarace de esa quimera, al caer en la cuenta de que lo que nos pasa es que no queremos aceptar que algún día no vamos a existir más y que está bien que así sea, ese es el requisito para que siga la vida, que otros mueran. El espectáculo de la vida es maravilloso, hay que observar el mundo con ojos entusiastas no con temor y negación, todo lo que pasa tiene razón de ser, aún las peores catástrofes traen una enseñanza y una posibilidad de aprender. Nadie le desea al mal a nadie, pero igual lamentablemente a alguien le tiene que tocar, y si no nos toco a nosotros, podemos aprovechar para valorar más lo que tenemos en vez de quejarnos tanto. En el libro “el erotismo” de George Bataille leí esto:

La muerte de uno es correlativa al nacimiento de otro; la muerte anuncia el nacimiento y es su condición. La vida es siempre producto de la descomposición de la vida. Antes que nada es tributaria de la muerte, que le hace un lugar, luego, lo es de la corrupción, que sigue a la muerte y que vuelve a poner en circulación las sustancias necesarias para la incesante venida al mundo de nuevos seres.



¡ Qué bueno el tiempo que me toco vivir! Los moralistas quizás se espanten con lo que dije, yo no, ¿los tiempos de los segunda y primera guerra mundial, no fueron peores? Estoy contento de vivir en la era del blog, ¿fenómeno individualista? Puede ser, no lo veo como algo malo, se puede decir que estamos viviendo la era de la escritura, estamos pasando lo que antes borroneábamos en cuadernos anónimos al ciberespacio, miles de personas en permanente contacto, intercambio de opiniones, mundo privados a la alcancé de todos, escritores que se hacen conocidos, tímidos que se sueltan, y muchas posibilidades más, una nueva era plagada de desafíos exitantes.







LINK: Qué quiere decir ser ateo

Tuesday, January 22, 2008

“Cuando me muera no quiero que me hagan velorio, en vez de gastar plata en coronas, si quieren hacer algo por mí, denle ese dinero a los pobres.” Estas palabras sumamente sabias, son de mi abuela que tiene más de ochenta años. No dudo de que algunos necesiten ese espacio para procesar la pérdida, es respetable; yo prefiero pensar que el duelo es algo íntimo, que no necesariamente tiene que llevar a la depresión, uno puede estar triste y al mismo evocar recuerdos alegres de esa persona, y de esa forma hacer todo menos dramático. El riesgo de hacer un velorio es la falsedad teatral: gente que aparece para cumplir, para quedar bien con amigos o familiares, cuando puede que no le importe nada, y sólo aparente estar apenado.

Claro que no es lo mismo la muerte de una persona joven, que nos deja el sabor de la injusticia, que la de una persona que cumplió su ciclo, hizo su vida, en este caso, lo más sano es aceptar esa muerte natural, no llorar como un nene caprichoso que no acepta los limites que le pone el padre, en este caso la naturaleza, lo que no quiere decir no estar triste, al contrario, uno puede llorar cuando lo siente de verdad.


Del site ciudad seva, donde van poder encontrar un montón de cuentos, saque lo siguiente:


Conducta en los velorios[Cuento. Texto completo]
Julio Cortázar

No vamos por el anís, ni porque hay que ir. Ya se habrá sospechado: vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía. Mi prima segunda, la mayor, se encarga de cerciorarse de la índole del duelo, y si es de verdad, si se llora porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y a esas mujeres entre el olor a nardos y a café, entonces nos quedamos en casa y los acompañamos desde lejos. A lo sumo mi madre va un rato y saluda en nombre de la familia; no nos gusta interponer insolentemente nuestra vida ajena a ese diálogo con la sombra. Pero si de la pausada investigación de mi prima surge la sospecha de que en un patio cubierto o en la sala se han armado los trípodes del camelo, entonces la familia se pone sus mejores trajes, espera a que el velorio esté a punto, y se va presentando de a poco pero implacablemente.

En Pacífico las cosas ocurren casi siempre en un patio con macetas y música de radio. Para estas ocasiones los vecinos condescienden a apagar las radios, y quedan solamente los jazmines y los parientes, alternándose contra las paredes. Llegamos de a uno o de a dos, saludamos a los deudos, a quienes se reconoce fácilmente porque lloran apenas ven entrar a alguien, y vamos a inclinarnos ante el difunto, escoltados por algún pariente cercano. Una o dos horas después toda la familia está en la casa mortuoria, pero aunque los vecinos nos conocen bien, procedemos como si cada uno hubiera venido por su cuenta y apenas hablamos entre nosotros. Un método preciso ordena nuestros actos, escoge los interlocutores con quienes se departe en la cocina, bajo el naranjo, en los dormitorios, en el zaguán, y de cuando en cuando se sale a fumar al patio o a la calle, o se da una vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y deportivas. No nos lleva demasiado tiempo sondear los sentimientos de los deudos más inmediatos, los vasitos de caña, el mate dulce y los Particulares livianos son el puente confidencial; antes de media noche estamos seguros, podemos actuar sin remordimientos. Por lo común mi hermana la menor se encarga de la primera escaramuza; diestramente ubicada a los pies del ataúd, se tapa los ojos con un pañuelo violeta y empieza a llorar, primero en silencio, empapando el pañuelo a un punto increíble, después con hipos y jadeos, y finalmente le acomete un ataque terrible de llanto que obliga a las vecinas a llevarla a la cama preparada para esas emergencias, darle a oler agua de azahar y consolarla, mientras otras vecinas se ocupan de los parientes cercanos bruscamente contagiados por la crisis. Durante un rato hay un amontonamiento de gente en la puerta de la capilla ardiente, preguntas y noticias en voz baja, encogimientos de hombros por parte de los vecinos. Agotados por un esfuerzo en que han debido emplearse a fondo, los deudos amenguan en sus manifestaciones, y en ese mismo momento mis tres primas segundas se largan a llorar sin afectación, sin gritos, pero tan conmovedoramente que los parientes y vecinos sienten la emulación, comprenden que no es posible quedarse así descansando mientras extraños de la otra cuadra se afligen de tal manera, y otra vez se suman a la deploración general, otra vez hay que hacer sitio en las camas, apantallar a señoras ancianas, aflojar el cinturón a viejitos convulsionados. Mis hermanos y yo esperamos por lo regular este momento para entrar en la sala mortuoria y ubicarnos junto al ataúd. Por extraño que parezca estamos realmente afligidos, jamás podemos oír llorar a nuestras hermanas sin que una congoja infinita nos llene el pecho y nos recuerde cosas de la infancia, unos campos cerca de Villa Albertina, un tranvía que chirriaba al tomar la curva en la calle General Rodríguez, en Bánfield, cosas así, siempre tan tristes. Nos basta ver las manos cruzadas del difunto para que el llanto nos arrase de golpe, nos obligue a taparnos la cara avergonzados, y somos cinco hombres que lloran de verdad en el velorio, mientras los deudos juntan desesperadamente el aliento para igualarnos, sintiendo que cueste lo que cueste deben demostrar que el velorio es el de ellos, que solamente ellos tienen derecho a llorar así en esa casa. Pero son pocos, y mienten (eso lo sabemos por mi prima segunda la mayor, y nos da fuerzas). En vano acumulan los hipos y los desmayos, inútilmente los vecinos más solidarios los apoyan con sus consuelos y sus reflexiones, llevándolos y trayéndolos para que descansen y se reincorporen a la lucha. Mis padres y mi tío el mayor nos reemplazan ahora, hay algo que impone respeto en el dolor de estos ancianos que han venido desde la calle Humboldt, cinco cuadras contando desde la esquina, para velar al finado. Los vecinos más coherentes empiezan a perder pie, dejan caer a los deudos, se van a la cocina a beber grapa y a comentar; algunos parientes, extenuados por una hora y media de llanto sostenido, duermen estertorosamente. Nosotros nos relevamos en orden, aunque sin dar la impresión de nada preparado; antes de las seis de la mañana somos los dueños indiscutidos del velorio, la mayoría de los vecinos se han ido a dormir a sus casas, los parientes yacen en diferentes posturas y grados de abotargamiento, el alba nace en el patio. A esa hora mis tías organizan enérgicos refrigerios en la cocina, bebemos café hirviendo, nos miramos brillantemente al cruzarnos en el zaguán o los dormitorios; tenemos algo de hormigas yendo y viniendo, frotándose las antenas al pasar. Cuando llega el coche fúnebre las disposiciones están tomadas, mis hermanas llevan a los parientes a despedirse del finado antes del cierre del ataúd, los sostienen y confortan mientras mis primas y mis hermanos se van adelantando hasta desalojarlos, abreviar el último adiós y quedarse solos junto al muerto. Rendidos, extraviados, comprendiendo vagamente pero incapaces de reaccionar, los deudos se dejan llevar y traer, beben cualquier cosa que se les acerca a los labios, y responden con vagas protestas inconsistentes a las cariñosas solicitudes de mis primas y mis hermanas. Cuando es hora de partir y la casa está llena de parientes y amigos, una organización invisible pero sin brechas decide cada movimiento, el director de la funeraria acata las órdenes de mi padre, la remoción del ataúd se hace de acuerdo con las indicaciones de mi tío el mayor. Alguna que otra vez los parientes llegados a último momento adelantan una reivindicación destemplada; los vecinos, convencidos ya de que todo es como debe ser, los miran escandalizados y los obligan a callarse. En el coche de duelo se instalan mis padres y mis tíos, mis hermanos suben al segundo, y mis primas condescienden a aceptar a alguno de los deudos en el tercero, donde se ubican envueltas en grandes pañoletas negras y moradas. El resto sube donde puede, y hay parientes que se ven precisados a llamar un taxi. Y si algunos, refrescados por el aire matinal y el largo trayecto, traman una reconquista en la necrópolis, amargo es su desengaño. Apenas llega el cajón al peristilo, mis hermanos rodean al orador designado por la familia o los amigos del difunto, y fácilmente reconocible por su cara de circunstancias y el rollito que le abulta el bolsillo del saco. Estrechándole las manos, le empapan las solapas con sus lágrimas, lo palmean con un blando sonido de tapioca, y el orador no puede impedir que mi tío el menor suba a la tribuna y abra los discursos con una oración que es siempre un modelo de verdad y discreción. Dura tres minutos, se refiere exclusivamente al difunto, acota sus virtudes y da cuenta de sus defectos, sin quitar humanidad a nada de lo que dice; está profundamente emocionado, y a veces le cuesta terminar. Apenas ha bajado, mi hermano el mayor ocupa la tribuna y se encarga del panegírico en nombre del vecindario, mientras el vecino designado a tal efecto trata de abrirse paso entre mis primas y hermanas que lloran colgadas de su chaleco. Un gesto afable pero imperioso de mi padre moviliza al personal de la funeraria; dulcemente empieza a rodar el catafalco, y los oradores oficiales se quedan al pie de la tribuna, mirándose y estrujando los discursos en sus manos húmedas. Por lo regular no nos molestamos en acompañar al difunto hasta la bóveda o sepultura, sino que damos media vuelta y salimos todos juntos, comentando las incidencias del velorio. Desde lejos vemos cómo los parientes corren desesperadamente para agarrar alguno de los cordones del ataúd y se pelean con los vecinos que entre tanto se han posesionado de los cordones y prefieren llevarlos ellos a que los lleven los parientes.
FIN

Thursday, January 10, 2008

Un poco de proust

Estoy leyendo el segundo tomo de "en busca del tiempo perdido", ayer leí este párrafo que me gusto mucho y lo quiero compartir con ustedes:


Los que producen obras geniales no son aquellos que viven los medios más delicados, que tienen la conversación más brillante, la cultura más extensa, sino aquellos que han tenido el poder, cesando bruscamente de vivir para sí mismos, de convetir su personalidad en una especie de espejo, de tal manera que su vida, por mediocre que pueda ser mundanamente e incluso,en cierto sentido, hablando intelectualmente, refleje las cosas, porque el genio consiste en poder reflejar y no en la calidad íntrinseca del espectáculo reflejado.

La banalidad de ciertas palabras

No me gusta la palabra " diva", especialmente cuando es dicha por algún chimentero de cuarta. Supongo que en el diccionario no debe estar, eso espero, me parece más el invento de algún periodista del espectáculo que necesita ponerle un adjetivo llamativo a alguna "celebridad" que está de moda.

pat Metheny & Brad Mehldau "Sound of Water"

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Hace una semana que vengo escuchando a Metheny, los solos que hace me resultan adictivos. La guitarra eléctrica que usa en este video, que como ven es rara, es una "42 string picasso", segun leí en un comentario que una persona de habla inglesa dejó en you tube.

Wednesday, January 09, 2008

Fragmento de mi diario

Me había ido pero volví, la noche va a ser largo, vale la pena escribir un poco más. De fondo escucho a Jaco Pastorius, delicioso bajo, y me conecto con pensamientos agradables: le escritura es una aventura hermosa, el jazz me vitaliza, el humor es lo más grande que hay, algún día voy a escribir un libro…. Algo puede pasar si sigo escribiendo, tal vez escriba un frase que me guste o empiece a fluir como nunca, hay que quedarse viejo, todavía no tires la toalla, el mejor golpe no se consigue de un día para el otro….. Ahora suena la guitarra de Eric Clapton, ¿Será díos como dicen los ingleses? Yo me conformo con que sea un buen guitarrista, y claro que lo es, de eso no hay dudas. Esto sí que es bueno, y encima gratis, señores les presento a la escritura, no le teman, pruébenla, por 4 pesos se llevan un cuaderno gloria y una virote vick, ¿cómo, pensaron que era totalmente gratis? No viejo, al menos denle de comer al pobre comerciante. Y si tienen compu., no hay excusa, el procesador de texto no es a tinta…

Sunday, January 06, 2008

Vamos creciendo

En el blog de Alejandro Rozitchner, 100 volando, leí esto que me pareció inteligente y útil:


Wayne Dyer propone reemplazar la pregunta acerca de cual es el camino hacia la felicidad por la idea de que la felicidad es el camino. ¿Hacia donde? Hacia donde ella lleve, la felicidad es más una opción inmediata que el resultado de una extenso camino de construcción. Es buena la idea y es bueno sobre todo el cambio de ángulo, el señalamiento de la disponibilidad de aquello que gustamos pensar y lamentar como remoto o inaccesible. La felicidad es algo que tiene que ver con el gusto, con las pequeñas cosas que pueblan esa inmediatez desatendida, y no a las gigantescas mutaciones tan dificultosas. Lo que sucede a largo plazo, el gran dibujo de la felicidad, se arma de a pedazos, y esos pedazos están alrededor nuestro todo el tiempo. La infelicidad es una especie de frigidez, una sensibilidad inmediata que no se toma en serio, que no se entrega a sus modos y contenidos, que no despega. La infelicidad es una resistencia frente a las posibilidades dadas, una militancia en el rechazo del mundo, la negación a dejarse llevar e inventar algo.


Cuando leo cosas así, me lleno de una energía y amor la vida que me renueva, que bueno que haya gente que se dedique a pensar, y otros como nosotros más lectores que escritores, lo sepamos aprovechar, me parece que vivir no es tan malo como algunos creen, es cuestión de saber usar........ Qué lindo es ir sintiendo que uno va cambiando, que no se queda, que avanza, que sabe trasformar tragedia en oportunidad, ansiedad en paciencia, miedo en coraje, mutaciones extraordinarios, pulso vital de nuestro crecimiento. Este fragmento me resulta muy significativo porque estoy en una etapa en la que aspiro a estar bien hoy, no mañana cuando logre vaya a saber que, yo voy en busca de mis pequeñas victorias cotidianas, seré conformista, poco ambicioso, un eterno perdedor, no lo sé, no me interesa saberlo, esos son lugares comunes, quiero ir por la vida haciendo mis propias creaciones, asumiendo mi situación existencial y mejorarla partiendo de lo que tengo. La bronca podrá seguir estando, no todos tenemos la misma fortuna, pero lo importantes es que con lo que somos podemos hacer grandes cosas, si realmente nos aceptamos y buscamos nuestro propia arte de existir. Y cuesta, no es fácil, el sufrimiento va estar y nos va a enseñar.


Hoy estuve escuchando Path Metheny, no había escuchado nada de él, y mi vino bien, yo que ando buscando nuevas perpespectivas para encarar mi vida, me encontré con algo distinto , que me lleno de curiosidad por seguir conociendo mucha más el misterio de la vida, con el grato acompañamiento de músicos inolvidables de toda la historia.