Si leemos estamos a salvo, nos refugiamos en una gran historia o idea, nos deleitamos con descripciones brillantes, admiramos una prosa, nos identificamos con algún personaje, adoramos a algún escritor, lectores como yo nos sentimos felices. En cambio a la hora de escribir, nos enfrentamos, somos nosotros mismos, y si no escribimos tan bien como nos gustaría, hay que hacerse cargo y mejorar, lo cual implica pasar por momentos de angustia hasta alcanzar el objetivo, todo un esfuerzo que si decidiéramos ser sólo lectores lo evitaríamos. Sin embargo algunos lo seguimos intentando, para al menos no atragantarnos con lo que no llega a salir de nuestra boca, y que va a parar acá o a algún cuaderno marginal que sueña con ser alguna vez algo más, quizá fragmentos de algún cuento o novela. Tenemos la tendencia a idealizar todo lo que leemos, creemos que nunca vamos poder escribir algo así, y eso nos lleva a inhibirnos y escribir poco, ¿cual es nuestro limite? Sería más positivo, si es que queremos ser algún día escritores, recordarnos constantemente que a aquel escritor que admiramos, quizá alguna vez desconfió de su talento, estuvo confundido, disconforme, y al final salio adelante.
Thursday, February 21, 2008
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
4 comments:
es tal cual. ahora yo digo.. si vos pensaste eso.. y tuviste la capacidá pa comunicarlo.. en realidá estás más cerca de tus escritores.. y fijate q te digo más cerca.. no menos lejos.. digo pa ser positivo.. y soy positivo porque lo que acabo de leer de confesiones de un lector me gustó.
:)
rambla
Gracias por tu visita. ¿ Qué te parece este título para un libro: " confesiones de un lector apasionado?"
Santiago: mucha razón tenes en ese sentimiento que poseemos al admirar una obra o algún escritor.
Lo importante es compartirlo, expresarlo.
Tal vez algun a quienes tanto admiramos nunca supo de su trascendencia.
Existe un pequeño libro " Cartas a un Joven Poeta", un lector que admiraba a Rielke, publico este libro donde estan editadas las cartas que este poeta le contetaba a su admirado.
Poco antes de morir, Franz Kafka le pidió a su amigo Max Brod que quemase todos los manuscritos suyos que permanecían inéditos (y hay que decir que para entonces poco y nada era lo que se había editado de su autoría).
Afortunadamente, Brod incumplió el último deseo de su literato amigo.
Pero hay que decir: Por un lado, que Kafka evidentemente escribía convencido de que su obra no estaba a la altura de sus verdaderas intenciones. Y por el otro, que muy a pesar de eso respetaba al fin y al cabo sus (para él modestos) escritos, puesto que de haber quediro realmente destruirlos, lo hubiese hecho por su propia mano en lugar de confiarlos al criterio de otra persona.
Post a Comment