Wednesday, March 12, 2008

Las enseñanzas del marqués de Sade

Estoy encantado con el pensador francés Georges Bataille, estoy leyendo su libro “el erotismo”, y debo decir que me sorprende la coherencia que tiene para exponer temas que aparentemente no se relacionan, como lo son el erotismo y la religión, que es lo que hace básicamente en este libro. Hay un capítulo que es un estudio, titulado “el hombre soberano de Sade”, justo por donde voy, de donde saqué este elocuente párrafo:


Vuelvo a las largas disquisiciones que interrumpen – y sobrecargan- los relatos de criminales desenfrenos, demostrando sin fin que el libertino criminal tiene razón, que sólo él tiene razón. Estos análisis y estos raciocinios, estas referencias eruditas a costumbres antiguas o bárbaras, estas paradojas de una filosofía agresiva, pese a una infatigable obstinación y a una osadía sin coherencia, nos alejan de la violencia. Si pretendemos sacar de estos furores una lección de sabiduría, ya no podemos esperar de ellos esos movimientos de extremos arrebato en que nos perdemos. La violencia, que es el alma del erotismo, nos enfrenta en verdad al problema más grave. Nos hemos vuelto conscientes siguiendo un curso regular de actividad; cada cosa en nosotros se ha situado en un encadenamiento en que es distinta, en que su sentido es inteligible. Pero perturbando- por la violencia- este encadenamiento, regresamos, en dirección opuesta, a la excesiva e ininteligible efusión del erotismo. Así hay en nosotros una fulguración soberana, que consideramos siempre como lo más deseable, que se oculta a la conciencia clara en que cada cosa no es dada. De modo que la vida humana está hecha de dos partes heterogéneas que jamás se unen. La primera, sensata, cuyo sentido proporcionan las cosas útiles y por ende subordinados: esta parte es lo que se manifiesta en la conciencia. La otra es soberana: si llega la ocasión, se constituye aprovechando un desorden de la primera, y es oscura o, mejor dicho, si es clara, los es cegándonos; así se oculta, de todos modos, a la conciencia. En consecuencia, el problema es doble. La conciencia quiere extender su dominio a la violencia (quiere que deje de escapársele una parte tan considerable del hombre). Por su lado, la violencia, más allá de si misma, busca la conciencia (con el fin de que el goce que alcanza se refleje en ella, y sea así más intenso, más decisivo, más profundo). Pero al ser violentos, nos alejamos de la conciencia y, asimismo, esforzándonos por entender distintivamente el sentido de nuestros movimientos de violencia, nos alejamos de los extravíos y de los arrobamientos soberanos que produce.



¿ No es esto un perfecto equilibrio? Pienso que si no entendemos esta verdad, es imposible llegar ser humanos concientes, y eso es muy importante para conocernos a nosotros mismos.




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