Monday, March 10, 2008

Mi voto de castidad

Es saludable pasarse cada tanto dos días sin entrar a internet, especialmente si sos de los que tienen banda ancha en su casa y entran todos los días, yo probé hacerlo este fin de semana y lo logre, no es la primera vez que lo hago, pude demostrarme a mí mismo que no soy tan adicto a chequear mi casilla de mails como creo serlo a veces, fue un alivio sentir que no dependo tanto de la bestia virtual. Con el tiempo que le reste a las horas de navegación no en yate, sino en el ciberespacio, y hice de todo: mire películas, fui al teatro, cocine, toque el órgano, escribí y descanse la vista del monitor. Podría haber hecho todo lo que hice inclusive si hubiera entrado a internet, ya que en realidad no entro muchas horas por día, pero no hubiera sentido la sensación de libertad que tuve que consiste en decidir algo y hacerlo.



A veces los logros son así, pequeñas victorias personales, guerras íntimas, que al ganarlas nos dan mucha satisfacción sin vanidad, un triunfo para nuestra interioridad. No es que esto que les cuento me lo haya propuesto, sólo sucedió, el sábado a la mañana me levanté y no tuve ganas de hacer lo mismo de siempre, o sea chequear la casilla o leer algún blog, entonces hice un voto de castidad que consintió en no tocar la computadora para nada durante todo el fin de semana. Como mi intención era la de sentirme vivo, me vi una película de Igmar Bergman que me conecto con la vida, ya que el cine de este prócer es la vida misma, en una representación poética en imágenes. Yo admiro esos silencios tan característicos de su cine, que hacen que uno se comprometa con lo que está viendo, si no es así, uno dice que la película es muy lenta y se va a ver una de súper acción que lo ayude a no pensar en nada, que no tiene nada de malo si uno necesita desenchufarse o le gusta ese género. Yo los disfruto, en broken flowers de Jim Jarmusch, hay unas escenas de Bill Murray haciendo el papel de un Don Juan, de un silencio abrumador, donde la cara lo expresa todo en el mutismo de ese hombre solitario.



Y no siempre el silencio sirve, cuando sufrimos por algo contarle a otro lo que nos pasa al menos nos alivia, y es poco en realidad para nosotros, que quisiéramos extirpar ese dolor para siempre, cosa imposible, ya que nuevos pesares nos esperan, no lo digo esto como profecía trágica, hay que aceptar lo complicado de la vida no temerle. Entonces nos consolamos con las palabras de algún amigo que viene socorrernos, quizá con la ilusión de que su ayuda nos saque del poso, y bien lo sabemos que todas sus palabras de aliento, aunque contenedoras, son triviales, ya que no buscamos en ellas soluciones sino calidez para pasar el invierno de la amargura.

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