No todo está ahí siempre al alcance de la mano, como fiel a nuestros caprichos, fíjese que esa palabrita del repertorio infantil tiene una sonoridad que parece que pincha. ¿Qué pasaría su tuviéramos la lámpara de Aladino, y todo lo obtendríamos con tan sólo frotarla? Sí, no lo niego, sería maravilloso desear algo y al instante tenerlo, pero perdería parte de su encanto la magia, ya que no sería fruto de nuestro esfuerzo por obtener algo. Es como si la ansiedad fuera un paso en falso hacia una meta, una energía potente mal regulada que nos lleva a equivocarnos, aunque en su gusta medida es útil para impulsar cambios. Para mí representa un enemigo personal, alguien que está agazapado esperando el momento de atacarme, pero la realidad es que yo soy la ansiedad, así que yo soy el único responsable de controlarla.
¿Cuantas veces asaltamos la heladera fuera del horario de las cuatro comidas, de aburridos o para matar el tiempo? ¿No lo podríamos haber evitado más de una vez? Comer es un placer, de eso no hay dudas, a cualquier hora del día, pero le quitamos sabor si lo hacemos por gula, y yo sé de lo que hablo, aunque ser un poco glotón tampoco está mal, siempre y cuando no empecemos a subir de peso de manera exorbitante. El poder controlarse es muy bueno, y hace que nos sintamos dueños de nuestras acciones, no es nada fácil controlar a la bestia interior que todo llevamos dentro, pero al menos hay que intentarlo. Lo que queremos casi nunca nos va a llegar en el momento que se nos antoja, por eso si no aprendemos a soltar las riendas de la rigidez, vamos a terminar presos de una frustración crónica. Y vuelvo a repetirlo, ya que quien les habla es terriblemente ansioso, no es nada fácil, cuesta mucho, pero el esfuerzo vale, ya que todos queremos de alguna forma estar mejor de lo que estamos. Puede que lo que estoy escribiendo en este preciso momento me parezca muy pobre, y sin embargo lo hago igual, por resistencia al represor que es nuestro costado negativo.
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