Es una lástima que haya gente que de tan acostumbrada que está, a tener el televisor prendido constantemente aún sin prestarle atención, les resulte incómodo un inofensivo corte de luz pasajero (en el mejor de los casos). ¿Realmente son tantas las ganas de ver el programa de las 9 de la noche o es miedo al silencio? Éste nos da la oportunidad de ser más receptivos con lo que pasa a nuestro alrededor: el canto de un pájaro o de un sapo, el ruido de una sirena, los deliciosos sonidos que se producen mientras cocinamos etc. Y lo más importante es que podemos escuchar la voz del silencio, aquella que nos habla de nuestro interior.
Esta horrible tendencia es muy frecuente en los cafés modernizados de Buenos Aires, esos que son parte de una cadena sobre las calles: Santa Fe, Cabildo, Corrientes y algunas más. Éstos son muy similares entre si, y tiene algo que los identifica, todos tienen un televisor puesto en el canal de deportes, generalmente con el volumen bajo. ¿No son los cafés para encontrase con amigos, amantes, hijos y demás relaciones para charlar? ¿Entonces si es así, que papel ocupa la caja transmisora de señales de cable?
Lo cierto es que si estos aparatos están, es por algo. Hay que admitirlo, no todos tienen ganas de una verdadera comunicación, y no es un imperativo el tenerlas . Hay quienes prefieren el pucho, la melancolía y al comentarista deportivo gritando goool.
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