Salvador Dalí, el gran ilustrador de los sueños que supo construir un personaje mediático que fue una mina de oro, sin dejar por eso de ponerle arte a todo lo que hacía, por más objeto absurdo que inventase. Alguien que fue capas de tener un espíritu religioso y ser profano; apolítico y comprometido con su tiempo; amante del dinero, pero de manera simbólica. Algunos lo tomaron por loco, pero si uno se fija bien, sus teorías tienen una lógica pese a ser disparatadas, y ahí está lo genial que tiene. Es cierto que algunas cosas que hizo fueron un delirio para autopromocionarse, y si no podían tomarse como sensatas aún así fue un genio en su locura racional. Fue, es cierto, un vanidoso y excéntrico por excelencia, con tanta intensidad que voló como un cohete a la cima sin escalas, impulsado por una potencia egocéntrica avasallante que lo llevo a autoproclamarse el inventor del surrealismo.
“Cada mañana al despertarme, siento un placer supremo; el placer de ser Salvador Dalí.” Esta cita lo pinta de cuerpo entero, tenía un ego sobrenatural que lo ayudó a llegar consagrarse en vida; pero el factor más determinante para su éxito fue su talento ya desde niño para el dibujo, al fin de cuentas la verdadera fama sólo se logra con hechos concretos, no con pura charlatanería, que él pudo tenerla, pero apoyada por su don para la pintura.
El cuadro que ilustra este post se llama " la tentación de San Antonio", ¿ no es impresionante?
1 comment:
Sip! Impresionante...Y qué ego, madre mía? ¿No me prestará un poco? jeje.
Un beso!
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