Éstos dos impresionantes fragmentos son del " El ocaso de los ídolos"
de Friedrich Nietzsche:
Para que haya arte, para que existe cualquier acción o visión estética, es preciso una condición fisiológica preliminar: la embriaguez. Es necesario primeramente que la embriguez haya elevado el grado de excitabilidad de toda la máquina; de lo contrario, no se llega al arte. Toda clase de embriagueces, aunque tengan condiciones diversas, poseen aquella fuerza:sobre todo la embriaguez de la excitación sexual, esa forma de embriaguez la más antigua y prmitiva. Así, también la embriaguez que hay detrás de todo gran deseo, de toda fuerte emoción; la embriaguez de la fiesta, de la competencia, del acto de arrojo, de la victoria, de todo movimiento extremo; la embriguez de la primavera, o la producida por narcóticos; en fin, la embriaguez de la voluntad, la embriaguez de una voluntad acumulada e hipertrofiada.
Lo esencial en la embriaguez es el sentimiento de elevación de la fuerza y de la plenitud. Con este sentimiento se va hacia las cosas, se las fuerza a que se apoderen de nosotros, se las violenta; este procedimiento se llama idealizar. Desembaracémonos aquí de un prejuicio. Idealizar no consiste, como se creen comúnmente, en una deducción, en una detracción de lo que es pequeño y secundario. Por el contrario, lo decisivo es más bien una gran exitación de los rasgos principales, de suerte que los otros se diluyan.
Monday, July 23, 2007
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