Thursday, October 02, 2008

Una tarde en caminito

El 92 ya había dejado atrás el submundo “puerto madero”, tierra y rió para billeteras de altos funcionarios de gobierno, turistas de clase alta, y algún aventurero que se la juega, y lleva a su mujer o amante, por lo menos una vez en la vida, a un lugar de lujo, festejando algún aniversario , casamiento etc. Y detrás de esos reciclados edificios, cruzando el puente: está el microsubmundo para los elegidos, que viven en el Faena hotel, en el Hilton , en torres hipersofisticadas, habitado por millonarios anónimos.


Me baje del bondi justo donde empieza caminito, enfrente al riachuelo, y me dirigí a hacia donde iba, al “museo Quinquela Martín”, no lo conocía. Primero fue al primero piso donde había una muestra itinerante de Roberto Duarte( 1935-2004), artista plástico argentino que desconocía y que me gusto mucho. De todo lo que vi, me quedo especialmente con un óleo sobre tela titulado “ homenaje a Cortazar”. Su obra giraba entorno al tema de la música, las mujeres, los paisajes, la justicia social y los homenajes a los tangeros.


Luego subí al segundo piso donde están las obras de Quinquela, sus barcos casi alegóricos con los trabajadores del puerto operando, los atardeceres de la boca, las casitas de chapa coloridas… También está tal cual, su habitación, baño y estudio taller del pintor, ya que los terrenos donde está el museo y una escuela eran de él, que los dono, y si quedo viendo en un parte del edificio. A mi me encantan las casas y muebles viejos, ver eso para mí fue un placer, me pasaría horas mirando un teléfono a disco, un armario aparatoso, un bañera de mármol etc. Después, me di una vuela por la terraza, enorme, donde hay un museo de esculturas y un mirador para ver el río. Había dos chicos pintando, intercambie algunas palabras acerca de lo que estaba haciendo y me marche.


El día estaba poniéndose lindo, y concluida mi vista salí a la calle, a hacer un poco de flaneurismo, camine por caminito, al costado hay barcitos, fondas, negocios, asaltado por los mozos que me invitaban a tomar algo, confundiéndome seguramente con un gringo con plata, les tenía que decir que no era turista para que no me molestaran, yo estaba en puro observador. Me metí en un conventillo reciclado y convertido centro comercial, donde vendía desde cuadros hasta camisetas de fútbol.


Y así la tarde fue cayendo y pega la vuelta a mi barrio….

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